25.11.13


Te fuiste.

Tras cinco meses y medio, te fuiste.

Lloro a ratos, pero siempre es más rabia que pena.
Siempre es más un enojo desmedido que un dolor que no pueda controlar.

Siempre es eso que no te pude decir, el amor que no te pude dar, los paseos que no pudimos hacer y lo que no te demostré; todo el agradecimiento de años de cuidados, vacaciones, de ser lo que no puede ser nadie, y del papel que nadie puede hacer mejor.

Fui la que más tiempo tuvo para hacer un poco más, y sin embargo la que menos hizo; en todos los sentidos, en las mínimas y máximas formas. Tengo rabia no de estos últimos meses, sino que de antes, antes de que enfermarás mucho más, antes de que ya no pudieras hablar, que ya no me reconocieras... antes.
Siempre creí que iba a tener más tiempo, que iba a poder hacer más, que nunca te irías... o al menos que no te irías luego.

Me cuesta mucho aceptar que tu presencia, además de haberme dejado un espacio enorme en el interior, me asola de una forma terrible. No hay mañanas que no despierte pensando en que ya no hay nada más que hacer... No me sé recuperar.
Pero a la larga sé que si no te dejo ir, nunca ninguno va a poder descansar.